Un buda y un cerebro que representa la psicología

Aunque la psicología y el budismo surgieron en épocas y culturas totalmente distintas, podemos decir que la psicología y el budismo tienen mucho más en común de lo que cabría pensar. Analizamos los principios de cada una y la relación que hay entre ellas

PSICOLOGÍA

Análisis: ¿qué relación hay entre la psicología y el budismo?

Dos formas diferentes de mejorar nuestro bienestar emocional.

El Dalai Lama, Tenzin Gyastso, líder budista tibetano, nos dice que un principio fundamental del budismo sostiene que la mente tiene un potencial transformador. En este sentido, sus practicantes saben que pueden cambiar su mente con entrenamiento. Lo sorprendente es que ahora, con la neurociencia, se ha aceptado que, a través del ejercicio mental y la meditación, se puede hacer más flexible nuestro cerebro para potenciar nuestras capacidades y habilidades.

¿Qué es el budismo?

El budismo es una religión y práctica filosófica y de vida milenaria, derivada de las enseñanzas de Buda: Siddharta Gautama. El budismo nace en el norte de la India, en el siglo V a.C y, luego de la muerte de Siddharta Gautama, sus enseñanzas se propagaron por todo el mundo.

¿Qué propósito tiene el budismo?

El propósito final que tienen las enseñanzas budistas es la erradicación de la insatisfacción y el sufrimiento humano. Y lo hace mediante un trabajo interior sobre los llamados tres venenos (o kleshas, en sánscrito): apego o codicia, aversión (rechazo, rabia, ira) e ignorancia. Comencemos por la ignorancia porque contiene a las demás.

La mente ignorante es un veneno porque desconoce las consecuencias del apego o aferramiento propio y el que se produce con otros apegos. El propio aferramiento “es un veneno interno más dañino que cualquier veneno externo. Debido a que nuestra mente está contaminada por este veneno interno, lo percibe todo de manera equívoca y, en consecuencia, experimentamos sufrimientos y problemas” (Gueshe Kelsang Gyatso, 2016).

Gran parte del apego a “uno mismo” está asociado con los miedos a la enfermedad, a la vejez y a la muerte y, si nos ponemos a analizar con detenimiento, de ahí proceden los sufrimientos del ser humano. Tal y como sucede con el apego, el deseo causa dolor y sufrimiento, y el proceso de desprendimiento hace que los seres sintientes suframos, por eso se le llama duelo o pérdida a toda separación.

No obstante, así como existe el sufrimiento, también hay maneras de superarlo. Gueshe Kelsang Gyatso (2016) nos dice que dentro del budismo existen tres adiestramientos superiores: “y son los verdaderos métodos para alcanzar la liberación permanente del sufrimiento de esta vida y de las incontables vidas futuras” (p. 64).

Estrategias que utiliza el budismo para cumplir su propósito

Una de las formas de ayudar a los demás en sus sufrimientos y a nosotros mismos, es mediante el cultivo de la compasión por uno mismo y por las otras personas que padecen. La compasión (karuna, en sánscrito) es el ofrecimiento de consuelo para eliminar el sufrimiento en los demás (Nhat Hanh, 1999b), y significa “sentir con” o empatizar con lo que el otro siente (Sáez Del Pino, 2014).

Las estrategias que el método budista se plantea para mitigar el sufrimiento son una disciplina moral, una concentración superior y una sabiduría superior. La primera consiste en renunciar a las acciones inapropiadas, léase, odios, materialismos, codicias y deseo. “Cuando practicamos la disciplina moral, abandonamos las acciones inapropiadas, mantenemos una conducta pura y realizamos todas las acciones correctamente” (Gueshe Kelsang Gyatso, 2016).

La segunda estrategia es la concentración superior. Está asociada a una observación hacia adentro, hacia uno mismo, se trata de una búsqueda de nuestra propia consciencia, de nuestro origen.  “La naturaleza de la concentración es la de una mente virtuosa. Mientras mantengamos esta mente disfrutaremos de paz mental y seremos felices. Cuando practicamos la concentración evitamos las distracciones y nos concentramos en objetos virtuosos” (Gueshe Kelsang Gyatso, 2016).

La tercera estrategia es la sabiduría superior que se logra mediante una mente inteligente y virtuosa: “su función es comprender objetos significativos como la existencia de las vidas pasadas y futuras, el karma y la vacuidad” (Gueshe Kelsang Gyatso, 2016).

La intención de comprender lo que fuimos es no repetirlo o evitar ser lo que erróneamente fuimos por no habernos preparado para lo sublime.

¿Qué es la psicología?

Por su parte, la psicología es una ciencia muy joven, fundada en Leipzig (Alemania), en 1879 por Wilhelm Wundt (1832–1920). La psicología nace, originalmente, con el propósito de explicar, predecir y controlar la conducta, pero debido a las trasformaciones y nuevos enfoques y paradigmas que van surgiendo en la psicología, su propósito trasciende el estudio de la conducta para centrarse en mejorar la salud mental, la adaptación psicológica al medio y el bienestar emocional.

Para Cepeda Armijos (2014) la psicología es “una práctica científica que, por su propia naturaleza, apunta a mejorar la salud mental, la calidad de vida y el bienestar de los seres humanos” y, como hemos observado, todas las escuelas psicológicas se han orientado a comprobar, mejorar y ampliar sus teorías y métodos de abordaje, y esta investigación epistemológica constante ha ampliado el espectro de la ciencia psicológica.

¿Cuál es el propósito de la psicología?

Hay numerosos estudios acerca de la psicología y sus propósitos y, sin duda, ellos han de situarse en los contextos evolutivos de su objeto de estudio, en los cuales podemos hallar desde sus inicios, el estudio del alma, luego, de la conducta, tomando como base el binomio estímulo-respuesta, hasta llegar a considerarse como una ciencia que estudia la mente y la consciencia.

Para lograr sus propósitos científicos, cada corriente o enfoque de la psicología ha puesto el foco de atención en la evaluación e intervención en diferentes aspectos de la psicología de la persona, por ejemplo: 

  • En el Psicoanálisis: se propone alcanzar un cambio en la personalidad del sujeto mediante la modificación de sus estructuras psíquicas. A principios del siglo XX se conoció como “tratamiento desde el alma —ya sea de perturbaciones anímicas o corporales— con el recurso de la palabra como el instrumento esencial del tratamiento anímico” (Freud, 1890/1998, p. 115, c.p Lopera, 2017).

Esta corriente enfoca su estrategia en la psicoterapia analítica entre terapeuta y paciente a través de diálogos e interacciones (terapia del habla) para analizar los trastornos y modificar pensamientos y conductas inapropiadas a través de una “psicología de lo inconsciente o psicología de lo profundo” (Freud, 1915/1998, p. 169 c.p Lopera, 2017).

  • En la Terapia cognitivo-conductual (TCC): se plantea lograr un cambio en la estructura mental de la persona, trabajando elementos como las creencias limitantes, conflictos internos, sesgos cognitivos o los hábitos de conducta.

Esta corriente coloca el acento en la reestructuración del pensamiento (ideas) para así modificar las emociones que se corresponden y, por ende, las conductas.

Entre otras estrategias empleadas se cuentan: “el entrenamiento autoinstruccional, la resolución de problemas y la detención del pensamiento” (Bados y García, 2010).

La aplicación de la TCC conlleva a la identificación y cuestionamiento de pensamientos desadaptativos y a su sustitución por otros más adecuados, reduciendo o eliminando la perturbación emocional y/o conductual (Clark, 1989 c.p Bados y García, 2010).

  • En la Terapia de Tercera Generación o tercera ola de terapias de conducta: el propósito es realizar una modificación de la conducta del paciente, pero desde un enfoque global y próximo a la persona (en lugar de al problema), teniendo en cuenta el contexto social y cultural y la adaptación al mismo.

Esta tercera ola se enfoca en estrategias que “reformulan y sintetizan las generaciones previas (terapia cognitivas y conductuales) por medio de un planteamiento contextual con énfasis en el análisis de la funcionalidad de la conducta, la flexibilidad como criterio de adaptación (en vez de centrarse en la desaparición del síntoma), además de despsiquiatrizar o desmedicalizar”. Otras estrategias son el Mindfulness o consciencia plena, sin que nuestros pensamientos interfieran o nos absorban, centrándonos en el presente, y la terapia de Aceptación y Compromiso (Ventura, D., s/f).

  • En la Terapia Humanista: el propósito no es solamente el cambio de conducta, sino ayudar al desarrollo del potencial humano y conseguir la autorrealización personal, centrándose en los valores como: aprender a conocerse, a estimarse, a tener libertad en sus elecciones y a desarrollar la creatividad.

Como se aprecia, esta corriente coloca el acento en el potencial de desarrollo, empleando como estrategia la Psicoterapia Breve Humanista (PBH), cuyo objetivo es hacer consciencia del momento presente, pues supone que la conducta persigue dar respuestas al “aquí y ahora”, valorizando las reacciones (conductas) como consecuencia de la interpretación que se haga de éstas, pero sin desconocer la historia personal (Valencia M., 2008, p. 5).

Otras estrategias son: “clarificación verbal y comunicación asertiva, los principios de aceptación positiva, autenticidad del terapeuta y creación del clima empático enmarcados en la permisividad, estructuración y libertad dentro de la terapia” (Valencia M., 2008, p. 5).

Paralelismos entre los objetivos y los propósitos de la psicología y el budismo

La psicología y el budismo están implicados en la resolución de los diferentes problemas psicológicos que son causantes de los desequilibrios internos e impactos negativos en la vida de las personas, por lo que ambos persiguen el conocimiento de las causas y de este modo, devolverles el equilibrio mental y emocional para que puedan adaptarse y autorrealizarse.

Como vemos, existen ciertos paralelismos: ambos tienen el propósito de mitigar el sufrimiento y lograr el bienestar. Aunque el budismo y la psicología abordan la felicidad, el bienestar emocional, la ausencia de sufrimiento y la adaptación de la persona al mundo en el que vive de forma muy diferente, podemos decir que sus caminos son complementarios y muy enriquecedores.

Principios del budismo y su relación con principios de la psicología

En el budismo existen tres grandes corrientes: Tervada o Hinayana (pequeño vehículo), Mahayana (gran vehículo) y Vajrayana (budismo tántrico). Aunque cada una de estas corrientes poseen prácticas y rituales distintos, tienen en común los caminos y principios que toma el ser humano para iluminarse: bien sea a través de la meditación o una forma de vida donde pueda desarrollarse una relación consciente con el entorno o la consciencia de su lugar en el cosmos.

  1. Todo está en constante cambio:

Partiendo de esa idea que planteó Heráclito: “un hombre no se baña dos veces en un mismo río”, el budismo también nos habla del principio de que todo está moviéndose de manera permanente en la naturaleza; en la vida nada es estático. En tal sentido, todo es transitorio, el dolor o la alegría, todo cambia, pues corresponde al ciclo natural de la vida.

De la misma forma, la psicología y, especialmente el psicoanálisis, asume que “nada en un sistema está exento de un cambio constante, y ninguna adherencia puede mantener imperturbable ni a la persona, ni a la realidad, ni a la situación analítica y, ciertamente, tampoco a la narrativa psicoanalítica” (Moore, R., 1999 c.p Muñoz-Grandes López de Lamadrid, 1999).

  1. El sufrimiento: los seres humanos solemos experimentar insatisfacción por lo que somos, hacemos o tenemos. En muchas ocasiones los apegos a las personas o bienes materiales son para el budismo la causa de nuestro sufrimiento, en otras el odio o el rechazo a lo que sucede y en otras, el desconocimiento o la ignorancia.

Desde la psicología podemos mencionar algunas “Creencias nucleares” que, generalmente, les son abordadas a las muchas personas que las padecen. En este caso nos referimos a “las creencias incondicionales, duraderas y globales sobre uno mismo (p.ej., “soy vulnerable”, “soy incapaz”, “soy inferior”, “normalmente puedo manejar las dificultades”), los otros (p.ej., “la gente te manipula si puede”, “la gente es buena en el fondo, aunque a veces se equivoque”) y el mundo (p.ej., “el mundo es peligroso”)” (Bados y García, 2010, p. 4). Enfocarse en modificar estas creencias falsas, puede tomarse como un punto de encuentro entre la psicología y el budismo.

  1. Karma: asociado a la idea de ley causa y efecto (lo que doy y hago el universo me lo devuelve), tomamos decisiones que luego tienen repercusiones sobre nuestro destino, bien sean favorables o desfavorables. Estas decisiones casi siempre están animadas por el apego y el sufrimiento.

Para los budistas, la fe en Buda es la raíz de todas las realizaciones de Dharma (bien), pues se requiere confiar para poder iniciar las prácticas de las nobles verdades, “y con un esfuerzo firme alcanzaremos la liberación permanente del sufrimiento” (Gueshe Kelsang Gyatso, 2016, p. 7).

Existen ciertos paralelismos entre el karma y la ley causa y efecto que plantea la psicología como ciencia. La psicología planteó por vez primera el condicionamiento clásico y operante como mecanismo principal para aprender y modificar conductas mediante la asociación entre estímulo y respuesta. Las respuestas equivalen a los comportamientos que se desean enseñar, cambiar o suprimir. Watson pone a prueba su hipótesis, estableciendo una conducta de alejamiento por parte de un bebé: asoció una respuesta conocida por el bebé (el miedo), con un estímulo que le era grato (un conejo). Así, asoció un estímulo que le causaba miedo al bebé (el sonido de un martillo) con un estímulo que no le producía esta conducta (el conejo), propiciando un nuevo comportamiento: de alejamiento respecto al conejo (Leiva, 2005).

  1. La fe: es la voluntad puesta para vencer la angustia; se trata de la determinación de que todo sufrimiento puede ser vencido. Poseer “una fe profunda en Buda” (Gueshe Kelsang Gyatso, 2016, p. 7).

En este orden, se necesita confiar y aceptar que existe un problema y, en consecuencia, una necesidad de sanar. Tanto para el budismo como para la psicología el reconocimiento es sine qua non para la persona, lo cual equivaldría a la esperanza y confianza en la sanación que nos procuran los métodos psicológicos mencionados.

  1. La iluminación: es buscar las vías de transformación de nuestra vida, tomando consciencia de la situación. Qué camino debemos transitar para alcanzar ese estado imperturbable o estado de budeidad.

En la psicología se trata de que la persona identifique y reconozca el problema y de disponerse a sanar. De igual forma, la iluminación en el budismo está relacionada con la libertad, con el soltar, con la consciencia, la conexión con la fuente, etc. En el budismo esa iluminación tiene relación con el cosmos. La iluminación se antepondría a la ignorancia.

Es por ello que el budismo nos invita, de acuerdo a Gueshe Kelsang Gyatso (2016), a «Alcanzar las cesaciones». En este contexto la psicología lo maneja como el cese del dolor, del malestar, de los pensamientos obsesivos y catastróficos. Cesación quiere decir “parar”, “stop”, “detener”, “suspender” “el permanente sufrimiento y su raíz: la mente ignorante del aferramiento propio’. La estrategia en psicología es “obsesionar posponer”: se trata de “posponer nuestro pensamiento obsesivo. Si intentamos deshacernos de ese pensamiento obsesivo al instante, probablemente fracasaremos en la tarea” (Bermejo Victoriano, 2016).

El budismo aconseja que no nos contentemos con la liberación temporal, sino que tengamos la intención de alcanzar la meta última de la vida humana, la paz mental permanente y suprema o nirvana (Gueshe Kelsang Gyatso, 2016, pp. 65-66).

En realidad, Buda nos está liberando al revelar el camino de sabiduría: “Hemos de contemplar esto una y otra vez hasta que sintamos una fe profunda en Buda. Esta fe es el objeto de nuestra meditación; hemos de transformar nuestra mente en esta fe y mantenerla de manera convergente” (Gueshe Kelsang Gyatso, 2016, p. 9).

Cómo se encuentran el budismo y la psicología

Según Beegley (2004), la consonancia entre el budismo y la ciencia fue descubierta en 1889, cuando Henry Steele Olcott expresó que entre el budismo y la ciencia hay puntos comunes, puesto que ambas consideran que todos los seres humanos estamos sujetos a una ley universal. Hay una suerte de cosmos o universo que gobierna la existencia humana.

Por tal razón, y a juicio de Beegley, no es descabellado pensar que muchos neurocientíficos están abiertos a la idea de que el budismo puede ayudar a un conocimiento más profundo de la mente (pp. 12-13).

En este sentido, la psicología moderna ha bebido de esta fuente como estrategia para allanar el camino del autoconocimiento de una manera menos mecánica. Pues recordemos que nació siendo el estudio de la conducta, y el estudio y comprensión del ser humano contempla más dimensiones de análisis que el de la conducta, camina hacia lo transpersonal.

Por su parte, el Mindfulness es una terapia que consiste en vivir el momento presente; se le conoce también como Terapia de la Atención Plena. Se trata básicamente de tomar consciencia sobre el sí mismo, sintonizarnos con nuestras emociones.

¿Cómo puede el budismo enseñarnos a lograr esto?

Para algunas corrientes budistas, la meditación, por ejemplo, puede permitir alcanzar ese estado de quietud de la mente. Para otras, el pronunciar ciertos mantras sería el vehículo para alcanzar la tranquilidad.

Para el budismo, comprender que todo tiene un carácter temporal, nos ayuda a superar el apego y, en consecuencia, liberarnos del sufrimiento.

La psicología nos dice que cuando sentimos ansiedad vivimos preocupados por el futuro, y cuando sentimos tristeza estamos centrados en el pasado. Ahora bien, quien vive el momento presente vive confiado, tranquilo y ocupado construyendo el ahora.

La Terapia de Aceptación y Compromiso (TAC) parte del principio de aceptar el sufrimiento como un valor intrínseco a la vida. Así, cuando la propia evitación de aquello que no puede o se resiste aceptar, se considera fuente de dolor y desarmonía interior, etiquetando esta resistencia como: “trastorno evitativo experiencial”. A este respecto, el psicoanalista C. G. Jung decía: “a lo que te resistes persiste, lo que aceptas se transforma”.

Es imposible evitar el dolor, pues no siempre las circunstancias serán favorables para nosotros, por ello aceptar este principio del budismo nos ayuda a gestionar mejor las emociones.

Diferencias entre prácticas y postulados budistas y la psicología

Primera diferencia: La psicología es una ciencia humana, de la conducta y de la mente, y el budismo es una práctica milenaria que busca la iluminación a través de las cuatro nobles verdades.

Segunda diferencia: La psicología se aprende en una universidad y requiere un tránsito por la academia superior y el budismo necesita fe en la práctica constante, disposición a cambiar mediante el entrenamiento de las cuatro nobles verdades.

Para practicar la psicología no se requiere ser budista y viceversa, aun cuando hay monjes y monjas budistas con doctorados en psicología, como psicólogos budistas.

La psicología budista

Hablar sobre la psicología budista implica hablar de la mente como aquello “cuya naturaleza es vacía como el espacio que siempre carece de materia, forma y color, y su función es percibir y comprender objetos” (Sáez Del Pino, 2014, p. 10).

Así, la Psicología Budista es apreciada e interpretada como una ciencia de la experiencia y de la observación directa de la mente (Irarrázaval, 2010); observación hecha sobre la base de “la confusión, el dolor y la neurosis” y que, por tanto, requiere meditación. Esta interpretación cuenta con interlocutores en universidades de renombre como Princeton, Harvard y Oxford (Sáez Del Pino, 2014).

Por su parte, el historiador israelí Yuval Noah Harari (2018), nos dice en Sapiens: De animales a dioses que Gautama, heredero de un pequeño reino del Himalaya, nos asegura que el sufrimiento es producto de las construcciones humanas acerca de las posesiones, el dinero, la familia y la idea de la muerte o incomprensión del hombre de los estadios naturales para los cuales no está preparado.

Pero la superación de estos estados mentales fuertemente asociados al ego, y a la materialidad de la vida como condición que termina enfermando la mente, es el objeto de la psicología budista, ayudar al hombre a salir de este círculo vicioso, haciéndolo entender “que las cosas son como son, entonces no hay sufrimiento. Si uno experimenta tristeza sin desear que la tristeza desaparezca, continúa sintiendo tristeza, pero no se sufre por ello” (Yuval Noah Harari, 2018, p. 165). En este orden, es claro que la Psicología Budista ofrece terapias para la liberación de trastornos mentales/emocionales (Huxter, 2007 c.p Sáez Del Pino, 2014, p. 13).

En el año 2011, también fue creado el Instituto Budadharma, cuya misión es la educación on line en temáticas meditativas y de terapia cognitiva conductual que buscan la paz espiritual, la calma de la mente, el desapego y el cultivo del bien (Instituto Budadharma, 2016), en consecuencia, esta psicología se extiende, ya entendida desde un aspecto transpersonal, integrando oriente y occidente.


Referencias:

Bados y García (2010). La técnica de la reestructuración cognitiva. Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológicos. Facultad de Psicología, Universidad de Barcelona. España.

Begley, S. (2008). Entrena tu mente. Cambia tu cerebro. Granica, Barcelona.

Cepeda Armijos (2014). Psicología: La ciencia de las ciencias. Sophia, Colección de Filosofía de la Educación, núm. 16, 2014, pp. 25-45. Universidad Politécnica Salesiana. Cuenca, Ecuador.

Bermejo Victoriano (2016). Qué puedo hacer si tengo un pensamiento obsesivo. Psicomáter.

Yuval Noah Harari (2018). Sapiens: De animales a dioses. ePub r1.8, Segundo Aniversario, Edición Conmemorativa. Editor digital: Titivillus.

García, J. (s.f): Terapia de Aceptación y Compromiso

Gueshe Kelsang Gyatso (2016). Budismo moderno: El Camino de la Compasión y la Sabiduría. Editorial Tharpa, España. Edición electrónica.

Instituto Budadharma (2016).

Lopera Echavarría (2017). Psicoterapia psicoanalítica. CES Psicología, vol. 10, núm. 1, 2017, pp. 83-98. Universidad CES, Medellín, Colombia. ISSN: 2011-3080. 

Leiva, C. (2005). Conductismo, cognitivismo y aprendizaje. Revista Tecnología en Marcha, 18 (1), 66-73. I.S.S.N.: 0379-3962.

Muñoz-Grandes López de Lamadrid (1999). La creación de la realidad en psicoanálisis [Moore, R., 1999]. Revista de Psicoanálisis en Internet. Número 029 2008.

Sáez Del Pino (2014). La Psicología Budista. Aproximaciones teóricas y terapéuticas. (Memoria para optar al título de Psicóloga). Universidad de Chile. Facultad de Ciencias Sociales. Departamento de Psicología. Santiago, Chile 2014

Valencia M., (2008). La psicoterapia breve humanista y su aplicación en el acompañamiento y la elaboración del duelo para personas en condición de desplazamiento forzado.  Revista Médica de Risaralda. Volumen 14. Número 2. Universidad Tecnológica de Pereira.

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